“... Y LO PUSO EN MEDIO DE ELLOS”
Teología de la niñez:
una teología “en pañales”
Como sucede con tantos otros temas, también en el de la niñez y de la adolescencia las Escrituras superan con creces a la teología. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se hacen numerosas referencias a la niñez, a su importancia dentro de la historia redentora de Dios, a su protagonismo ministerial y a su centralidad como metáfora del Reino. Pero algo distinto sucede con la teología: los niños, las niñas, los muchachos y las muchachas aún no ocupan un lugar preponderante dentro de su discurso formal. Nuestro temario teológico gira en torno a las prioridades adultas y desde ellas habla de Dios y hace que Dios hable de sus temas. Tienen tengan razón quienes afirman que la nuestra ha sido una teología “adultocéntrica”.
Los niños, las niñas, los muchachos y las muchachas
como imagen del Creador
1.1. Gozan de dignidad por haber sido creados y creadas a imagen y semejanza de Dios:
Su valor y dignidad se declaran desde las primeras páginas de la Escritura. “y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”[1] (Gn. 1:26). “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y forma los creó” (Gn. 1:28).
Su dignidad deriva del acto soberano de Dios quien los ha creado. Sus derechos no han sido adquiridos, tampoco concedidos por poder humano; provienen de Dios y les son inherentes por creación.
En medio de una cultura que menospreciaba a los niños, desconocía a las niñas, subvaloraba a las mujeres e ignoraba a los extranjeros, Dios llamó a su pueblo para que actuara de una manera diferente.
La máxima expresión del amor compasivo de Dios por los más pequeños se refleja en las palabras de Jesús: “El que recibe en mi nombre a este niño –les dijo- me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Lc. 9:48).
[1] Todas las citas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional NVI. Sociedad Bíblica Internacional.
una teología “en pañales”
Como sucede con tantos otros temas, también en el de la niñez y de la adolescencia las Escrituras superan con creces a la teología. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se hacen numerosas referencias a la niñez, a su importancia dentro de la historia redentora de Dios, a su protagonismo ministerial y a su centralidad como metáfora del Reino. Pero algo distinto sucede con la teología: los niños, las niñas, los muchachos y las muchachas aún no ocupan un lugar preponderante dentro de su discurso formal. Nuestro temario teológico gira en torno a las prioridades adultas y desde ellas habla de Dios y hace que Dios hable de sus temas. Tienen tengan razón quienes afirman que la nuestra ha sido una teología “adultocéntrica”.
Los niños, las niñas, los muchachos y las muchachas
como imagen del Creador
1.1. Gozan de dignidad por haber sido creados y creadas a imagen y semejanza de Dios:
Su valor y dignidad se declaran desde las primeras páginas de la Escritura. “y dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza”[1] (Gn. 1:26). “Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y forma los creó” (Gn. 1:28).
Su dignidad deriva del acto soberano de Dios quien los ha creado. Sus derechos no han sido adquiridos, tampoco concedidos por poder humano; provienen de Dios y les son inherentes por creación.
En medio de una cultura que menospreciaba a los niños, desconocía a las niñas, subvaloraba a las mujeres e ignoraba a los extranjeros, Dios llamó a su pueblo para que actuara de una manera diferente.
La máxima expresión del amor compasivo de Dios por los más pequeños se refleja en las palabras de Jesús: “El que recibe en mi nombre a este niño –les dijo- me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Lc. 9:48).
[1] Todas las citas han sido tomadas de la Nueva Versión Internacional NVI. Sociedad Bíblica Internacional.
Este material de Harold Segura lo puedes descargar Mi Biblioteca.
Comentarios